San Cristóbal, 13 de Mayo de 2007.
CIUDADANO
HUGO RAFAEL CHÁVEZ FRÍAS
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
SU DESPACHO.-
Estimado Señor Presidente:
He tomado la decisión de dirigirme a usted, en su carácter de Presidente de la República, a los fines de solicitarle su colaboración como primera autoridad de este país y como cristiano de honda sensibilidad humana, que es como yo lo percibo a usted.
Se trata, Señor Presidente que mi anciano esposo Gustavo Delgado Roa, lleva ya 13 días secuestrado y estamos desesperados por su destino, ya que él cuenta con 83 años de edad y se encuentra quebrantado de salud, pues le da una crisis asmática recurrente y debe tomar sus medicamentos, tanto para sus problemas respiratorios como para su inflamación prostática.
La verdad es que no entiendo, Señor Presidente, por qué razón se llevaron a mi esposo, sí nuestra familia no tiene bienes de fortuna. Somos una familia que ha vivido de su trabajo. Cuando Gustavo se vino conmigo de Bucaramanga-Colombia, nos vinimos, precisamente, huyéndole a la violencia. Aquí, en San Cristóbal, empezamos a trabajar lavando ropa hasta que montamos una lavandería y mí esposo trabajó por el espacio de 45 años en esa lavandería. Hemos procreado una familia de hijos nacidos en Venezuela, esta bella Patria de Bolívar, como usted dice. Mis hijos son educadores, pequeños comerciantes, abogados, ingenieros. ¿Significa esto que somos ricos? No, de ninguna manera. Somos gente trabajadora, honesta, servicial, católica y democratacristiana. ¿Es esto un delito? Pienso que no, en una sociedad tolerante y democrática.
Lo que pasa, pienso yo, Señor Presidente, es que el cuerpo social de nuestra sociedad, es decir, los seres humanos nos hemos alejado de la palabra de Dios. Y, ahora, pereciera que el “Dios Dinero”, que el “Dios Consumo” y que el “Dios arrogancia” y el “Dios vanidad” ocupa el espacio del verdadero Dios de los cristianos, quien era y siempre fue, humilde, honesto, magnánimo, trabajador, misericordioso y lleno de amor. En cambio, el “dios dinero” está lleno de odio, de ambiciones, de ínfulas de superioridad y de manifiesta mediocridad. Fue en nombre del “Dios dinero” que los secuestradores se llevaron a Gustavo Delgado Roa, por la cantidad desorbitante que están pidiendo por su rescate, como si nosotros tuviéramos un pozo de petróleo en el subsuelo de nuestra humilde casa en la calle 11 de Barrio Obrero de la ciudad de San Cristóbal.
Por tanto, recurro a su humana comprensión, para solicitarle su inestimable ayuda en la pronta resolución de este caso de secuestro, del mismo modo con el que usted se interesó en casos de anteriores secuestros y que tuvieron un resultado positivo. Por eso, no vacilo en recurrir a usted, en la seguridad que usted tomará cartas en el asunto y que hará que los cuerpos policiales nacionales e internacionales den con el paradero de mi esposo y me lo devuelvan sano y salvo a mi hogar en San Cristóbal.
Es todo lo que quería plantearle, Señor Presidente. Con mucha expectación me gustaría saludarle personalmente, en ocasión del retorno del cautiverio de Gustavo Delgado Roa, mi querido esposo.
Atentamente,
Lucila López de Delgado
CIUDADANO
HUGO RAFAEL CHÁVEZ FRÍAS
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
SU DESPACHO.-
Estimado Señor Presidente:
He tomado la decisión de dirigirme a usted, en su carácter de Presidente de la República, a los fines de solicitarle su colaboración como primera autoridad de este país y como cristiano de honda sensibilidad humana, que es como yo lo percibo a usted.
Se trata, Señor Presidente que mi anciano esposo Gustavo Delgado Roa, lleva ya 13 días secuestrado y estamos desesperados por su destino, ya que él cuenta con 83 años de edad y se encuentra quebrantado de salud, pues le da una crisis asmática recurrente y debe tomar sus medicamentos, tanto para sus problemas respiratorios como para su inflamación prostática.
La verdad es que no entiendo, Señor Presidente, por qué razón se llevaron a mi esposo, sí nuestra familia no tiene bienes de fortuna. Somos una familia que ha vivido de su trabajo. Cuando Gustavo se vino conmigo de Bucaramanga-Colombia, nos vinimos, precisamente, huyéndole a la violencia. Aquí, en San Cristóbal, empezamos a trabajar lavando ropa hasta que montamos una lavandería y mí esposo trabajó por el espacio de 45 años en esa lavandería. Hemos procreado una familia de hijos nacidos en Venezuela, esta bella Patria de Bolívar, como usted dice. Mis hijos son educadores, pequeños comerciantes, abogados, ingenieros. ¿Significa esto que somos ricos? No, de ninguna manera. Somos gente trabajadora, honesta, servicial, católica y democratacristiana. ¿Es esto un delito? Pienso que no, en una sociedad tolerante y democrática.
Lo que pasa, pienso yo, Señor Presidente, es que el cuerpo social de nuestra sociedad, es decir, los seres humanos nos hemos alejado de la palabra de Dios. Y, ahora, pereciera que el “Dios Dinero”, que el “Dios Consumo” y que el “Dios arrogancia” y el “Dios vanidad” ocupa el espacio del verdadero Dios de los cristianos, quien era y siempre fue, humilde, honesto, magnánimo, trabajador, misericordioso y lleno de amor. En cambio, el “dios dinero” está lleno de odio, de ambiciones, de ínfulas de superioridad y de manifiesta mediocridad. Fue en nombre del “Dios dinero” que los secuestradores se llevaron a Gustavo Delgado Roa, por la cantidad desorbitante que están pidiendo por su rescate, como si nosotros tuviéramos un pozo de petróleo en el subsuelo de nuestra humilde casa en la calle 11 de Barrio Obrero de la ciudad de San Cristóbal.
Por tanto, recurro a su humana comprensión, para solicitarle su inestimable ayuda en la pronta resolución de este caso de secuestro, del mismo modo con el que usted se interesó en casos de anteriores secuestros y que tuvieron un resultado positivo. Por eso, no vacilo en recurrir a usted, en la seguridad que usted tomará cartas en el asunto y que hará que los cuerpos policiales nacionales e internacionales den con el paradero de mi esposo y me lo devuelvan sano y salvo a mi hogar en San Cristóbal.
Es todo lo que quería plantearle, Señor Presidente. Con mucha expectación me gustaría saludarle personalmente, en ocasión del retorno del cautiverio de Gustavo Delgado Roa, mi querido esposo.
Atentamente,
Lucila López de Delgado
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